ANGOSTURA ANTIOQUIA
Angostura es un municipio de Colombia, localizado en la subregión Norte del departamento de Antioquia. Limita por el norte con los municipios de Yarumal y Campamento, por el este con los municipios de Anorí y Guadalupe, por el sur con los municipios de Carolina del Príncipe y Santa Rosa de Osos y por el oeste con el municipio de Yarumal.
HISTORIA.
manera similar a como sucedió con los inicios de los demás poblados del norte antioqueño, en las inmediaciones de la hoy Angostura habitaban inicialmente grupos de las etnias al parecer Nutabes, que allí vivieron hasta que fueron expulsados y se originó un asentamiento de buscadores de oro, a comienzos del siglo XVIII, en un lugar entonces llamado "Mina Vieja", a la vera del río Dolores. Tras algunos “ires y venires” hacia y desde otras vertientes fluviales, siempre en busca del metal, algunos pobladores se quedaron definitivamente en las orillas del río Dolores y el asentamiento comenzó a progresar. Pasó el tiempo hasta 1814 cuando el gobierno de Antioquia, bajo la dictadura de Juan del Corral erigió en municipio a esta comunidad llamándola San José de Amieta.
Posteriormente, este nombre se cambiaría por el de San José de Angostura, y finalmente la usanza terminó llamando a la población simplemente "Angostura", tal cual hoy se conoce.
En estas tierras ocurrieron algunas batallas de la historia colombiana, particularmente libradas entre seguidores de los partidos políticos liberal y conservador, los cuales durante los tiempos de don Pedro Justo Berrío y otros tiempos, lucharon entre sí con las armas.
De especial interés para Angostura es el legendario “Padre Marianito”. Este prelado había nacido en la ciudad de Yarumal, vecina de Angostura, en el año 1845, pero se trasladaría a Angostura desde muy joven. Ejerció allí un ejemplar sacerdocio durante 45 años, en el Teatro Cristo Rey. El Padre Marianito fue beatificado el 8 de abril de 2000, en Roma, por el Sumo Pontífice Juan Pablo II.
Generalidades
• Fundación de Angostura, año de 1814
• Erección en municipio, año de 1822
• Fundadores: Pedro y Manuel Barrientos
• Apelativo de la ciudad: "La despensa del Norte".
Tiene el pueblo 45 veredas, entre otras Pajarito, Dolores, Cañaveral, Chocho del Río, La Concepción y La Montaña. Se comunica por carretera con los municipios de Campamento, Guadalupe, Santa Rosa de Osos, Carolina del Príncipe, Yarumal y Medellín.
El nombre de Angostura figura en los registros desde 1803. En 1814, Angostura toma el nombre de Amieta por Decreto del gobernador Dionisio Tejada, hasta 1816. Finalmente quedaría con la denominación de hoy día.
Demografía
Población Total: 12.046 hab. (2009)
• Población Urbana: 1.969
• Población Rural: 10.077
Alfabetismo: 77.7% (2005)
• Zona urbana: 87.8%
• Zona rural: 75.6%
Etnografía
Según las cifras presentadas por el DANE del censo 2005, la composición etnográfica2 del municipio es:
• Mestizos & Blancos (76,6%)
• Afrocolombianos (23,4%)
Economía
• Agricultura: Caña de azúcar, Maíz, Yuca, Café y Plátano
• Ganadería
• Minería
• Comercio.
Fiestas
• Fiestas de la Virgen de Chiquinquirá
• Fiestas de la Panela, del 4 al 6 de diciembre
• Festival Campesino, en diciembre
• Semana Santa, sin fecha fija en marzo o principios de abril.
Sitios de interés
• Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, donde descansa el Padre Marianito, ícono de la población
• Teatro Cristo Rey, donde ejerció su sacerdocio por espacio de 45 años el Padre Marianito
• Museo de Porfirio Barba-Jacob
• Ríos Concepción, Tenche y los Guayabales, Dolores
• Saltos de Manzanillo
• Basilio Tusero
• Baños quebrada La Culebra
• Altos Tetón, Anime y Boquerón
• Alto de Morelia.
País
Colombia
• Departamento
Antioquia
• Región
Norte Antioqueño
Ubicación
• Latitud
06º 53' 19" N
• Longitud
75º 20' 18" O
Temperatura
19,4° C
• Altitud
1.675 msnm
• Distancia
139 km al N de Medellín km
Superficie
392 km²
Fundación 1814
Erección 1822
Población
15.546 hab. (2002)
• Densidad
40 hab./km²
Gentilicio
Angostureño, -ña
Alcalde
Ricardo León Valencia M. 2008-2011
Sitio web
angostura-antioquia.gov.co
PADRE MARIANITO.
Siervo de Dios Don Mariano de Jesús Euse Hoyos nació en Yarumal, Colombia, en la diócesis de Antioquia, el 14 de octubre de 1845. Era el mayor de siete hermanos. Sus padres se llamaban Pedro Euse y Rosalía de Hoyos. Fue bautizado al día siguiente, y confirmado cuando tenía tan solo dos años. El apellido Euse es de origen francés, de la Normandía. Desde allí había emigrado el bisabuelo de Mariano.
Los padres de Mariano eran muy religiosos, por eso, desconfiando de la escuela pública, que entonces se comportaba de mondo muy hostil a la Iglesia, se ocuparon personalmente de la educación de su primogénito. De ellos aprendió Mariano no sólo las buenas costumbres sino también a leer, escribir y los rudimentos de las ciencias. El empeño de los padres dio sus frutos, y muy pronto, el muchacho comenzó a enseñar a otros niños menos afortunados que él.
Por haber pasado su infancia y adolescencia en el campo y entre campesinos, Mariano de Jesús parecía un verdadero campesino. Esto le fue de grande ayuda más tarde, cuando siendo ya sacerdote, ejerza su apostolado entre la gente del campo.
Cuando, a los 16 años, manifestó su deseo de ser sacerdote, fue confiado a la solicitud de su tío Fermín Hoyos, párroco de Girardota, sacerdote de reconocidas virtudes y de ciencia. A su lado, Mariano, con grande ahínco y perseverancia, dio comienzo a su formación cultural y espiritual. Acompañó a su tío cuando éste fue trasladado a San Pedro como párroco y vicario foráneo. Mariano pasaba su vida, sencilla e íntegra, entre la oración, el estudio y el trabajo. En 1869, a los 24 años de edad, entró en el recientemente abierto Seminario de Medellín, donde se preparó con mucho empeño al sacerdocio. El 14 de julio de 1872 recibió la ordenación sacerdotal.
Inició su ministerio en San Pedro, como coadjutor de su tío Don Fermín, quien lo había solicitado del Sr. Obispo. Esta colaboración no duró mucho, porque Don Fermín murió en enero de 1875, y Don Mariano fue trasladado, siempre como coadjutor, primero a Yarumal (1876) y luego a Angostura (1878). El párroco de Angostura era Don Rudesindo Correa, anciano y de salud muy precaria. Apenas tomó posesión de su cargo, Don Marianito, como era llamado afectuosamente, se dio cuenta de las muchas y no pequeñas dificultades que se le presentaban. Lo primero de todo, la construcción del templo parroquial, que había comenzado, pero que estaba parada por falta de fondos, por las dificultades técnicas y por las amenazas de guerra civil en la región. Después de un año de espera, con paciencia y perseverancia, superadas las dificultades, pudo concluir la construcción. Durante la guerra se vio obligado a esconderse varias veces en las montañas o en las cuevas. Nombrado párroco de Angostura, permaneció en su puesto hasta su muerte, siendo un pastor eximio y solícito para todos sus fieles.
Su fama de santidad se difundió en toda la región. Nada era capaz de frenarle en su celo: ni los obstáculos de parte de la autoridad civil, en aquel entonces muy contraria a la Iglesia, ni las dificultades de tiempos y lugares. Su apostolado constante y eficaz produjo muchos frutos, dejando entre la gente un profundo efecto y un vivo recuerdo.
Supo insertarse totalmente en la vida del pueblo, participando en las penas y alegrías de todos. Para todos fue padre diligente, maestro y consejero de confianza y testigo fiel del amor de Cristo entre ellos. Los pobres, que él llamaba “los nobles de Cristo”, eran sus preferidos. No tenía ningún reparo en emplear sus propios bienes para aliviar las penurias y la indigencia de los más débiles. Visitaba con frecuencia a los enfermos, y para asistirles estaba dispuesto a cualquier hora del día o de la noche. Con infinita mansedumbre y sencillez se ocupaba de los niños y de los jóvenes para guiarlos por el camino de las buenas costumbres y de la prudencia.
Tenía un grande amor por los campesinos, recordando que él mismo había sido uno de ellos hasta los 16 años. Estaba muy atento a sus necesidades espirituales y sociales, e incluso a las económicas.
Conociendo como conocía a su gente, sabía hablarles al corazón. Su predicación era muy sencilla, pero al mismo tiempo muy eficaz. Difundía la buena prensa y enseñaba la doctrina cristiana a todos, pobres y ricos, niños y adultos, hombres y mujeres. En su parroquia promovió mucho la práctica religiosa: la asistencia a la misa dominical y festiva, el rezo del rosario en familia, la devoción al Corazón de Jesús, las asociaciones católicas, la oración por las vocaciones santas…
Hizo además algunas obras materiales: la conclusión de la iglesia parroquial, su propia casa de habitación, el campanario, las ermitas de la Virgen del Carmen y de San Francisco y el cementerio. Estas obras contribuyeron mucho a despertar y sostener la vida cristiana de los fieles.
Su vida era muy pobre, austera y mortificada. Era muy constante en su vida de oración en la que se hallaba la raíz de su apostolado y de su vida sacerdotal. Era muy devoto de la Eucaristía, de la Santísima Virgen, de los Ángeles y de los Santos. Amaba sobre todo a Dios, por cuya gloria trabajó siempre. De aquí nacía su afán por salvar las almas de sus parroquianos y el mundo entero.
Durante muchos años gozó de buena salud. Eso le permitía practicar la mortificación con penitencias y ayunos. Pero al fin le sobrevino una grave infección de la vejiga y una fuerte inflamación de la próstata. A mitad de junio de 1926 se vio obligado a guardar cama. El 12 de julio tuvo un ataque de enteritis. Era tan grande su pobreza que no tenía ni la ropa necesaria para cambiarse. Los que le cuidaban tuvieron que acudir a la caridad de la gente para poder asistir al enfermo como convenía. Él dijo entonces: “Ya he vivido bastante. Ahora mi deseo más grande es unirme a mi Jesús”.
Murió el 13 de julio de 1926, justo 46 años después de su ordenación sacerdotal. Fue sepultado en la capilla de la Virgen del Carmen, que él mismo había hecho construir. Su muerte fue muy sentida por el pueblo, que participó en pleno en los funerales junto con varios sacerdotes y las autoridades.
Ya en vida gozaba de fama de santidad. Ahora, con el reconocimiento de sus virtudes en grado heroico y la aprobación del milagro, la Iglesia corrobora lo que el pueblo fiel había sentido y propagado.
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